Biodanza

Danzar para vivir

La biodanza es un espacio protegido, una laboratorio donde experimentar las emociones de la vida. En el laboratorio analizas muestras que tomas de la vida y también experimentas en la vida con prototipos de laboratorio. En realidad, está totalmente alejada de laboratorios y muestras de experimentación, pero a mí me gusta esta idea de la alquimia de las emociones. A mí me encanta reencontrarme conmigo misma gracias a la música y el movimiento.

 

La biodanza es un regalo para los sentidos y el alma y hay alquimistas maravillosos con los que entrar en este mundo mágico:

 

Vitor Lemelle (grupo regular, talleres y formación en Vitoria, Madrid, Canarias, Cádiz, Valencia)


Laura Unzué (grupo regular y talleres de fin de semana en Pamplona)

 

 

El grupo regular de Biodanza

Al terminar de escribir los siguientes dos apartados sobre El Proyecto Minotauro y Los cuatro elementos, me he dado cuenta de que quería escribir sobre la importancia del grupo regular de Biodanza. He pensado escribir un poquito y publicarlo detrás, pero si quiero mostrar lo importante que es, ponerlo al principio es el primer paso.

 

El grupo regular de Biodanza, es decir, un grupo estable semanal en el que aprender del día a día es muy nutritivo para mí. Tengo la suerte de contar con Laura Unzué como facilitadora en Pamplona y como guía en este camino del avanzar de poquitos en poquitos, de manera orgánica, e integrando las emociones desde lo sencillo.

 

La grandeza de Biodanza es que te ofrece momentos más sencillos y otros más espectaculares, pero todos ellos grandes momentos.


El Proyecto Minotauro

En el Proyecto Minotauro cada uno entra en el laberinto y avanza hacia su Minotauro particular, su miedo. Cuando llega frente a su mayor miedo en su desafío, uno no lo mata como en la mitología, sino que lo abraza. Tuve la suerte de realizar este intenso taller con Vitor Lemelle y fue un gran aprendizaje.

 

Mi desafío del Minotauro me encantó, y también disfruté muchísimo con los de los demás. Eran estéticamente muy bellos y poéticos, y en todos encontré una parte de mí que se veía desafiada. Con el tiempo voy ganando perspectiva de la trascendencia del Minotauro y me encanta haberlo hecho con Vitor y el grupo de Vitoria (Mariví es un encanto y el grupo es genial).

 

En la ronda final del Minotauro expliqué que estaba un poco desconcertada. Y es que antes del Minotauro, tras la entrevista con Vitor, pensaba que mi desafío sería afrontar mi miedo a ser rechazada. Así que llegué a Vitoria dispuesta a lanzarme a los brazos de la sensación de rechazo supremo encarnado en mi Minotauro particularmente patológico. 

Y lo que me encontré fue el camino contrario. Me vi invitada a entregarme abiertamente y a exponerme. Supongo que una forma de superar el miedo al rechazo es exponiéndose a él.

Si no me expongo al amor tampoco lo hago al rechazo.

Si no me expongo a las cosas que quiero, tampoco lo hago a no conseguirlas.

 

Con todas las opciones que hay en el mundo, exponerse al rechazo es exponerse a la vida, a las posibilidades, al universo con todo. El rechazo, en pequeña escala, tiene un punto dulce. No sé, quizá esto no es verdad. Quizá sí, los pequeños rechazos son oportunidades para volverme hacia mí misma con cierto despecho: "Pues si tú no me quieres, ya me voy a querer mucho. Ya me voy a amar de verdad."
 
Esto me recuerda a la canción de Ismael Serrano: Canción de amor propio
 
Quiero divertirme y aceptar que me gusta ser la que se expone en el Minotauro y la discreta, la fuerte y la débil, la que pide y la que se apena cuando no se le da. 
 
He de dar las gracias a Vitor por desconcertarme en el Minotauro, por mostrarme la otra cara del miedo. Supongo que mi ego deseaba un desafío mucho más melodramático, pero creo que ahora mismo necesito el punto de diversión y desenfreno que me ofreció el Minotauro.

Respecto a romper patrones, supongo que el publicar este texto en la web es uno de ellos. Porque, siguiendo con mi miedo al rechazo, temería que se considerara ñoño o que no se lo alabara suficientemente, o que escriba algo que realmente siento y de lo que crea que me pueda avergonzar en otro momento. Así que he decidido reciclar este antiguo mail en texto para la web para mí :-)


Los cuatro elementos

Los cuatro elementos es un taller de Biodanza que hice con Vitor Lemelle y que fue de lo más revelador. Con unos nombres muy sugerentes: la tierra celebrante, la tierra profunda, el agua con fuego, el fuego centrado, el fuego yang, el aire majestuoso... y muchos otros, aprendí a identificar y poner nombre a muchas maneras de estar en la vida. Fue como entrar en una calibradora de emociones y actitudes vitales. Además de calibradora, también fue centrifugadora, pero desde un lugar de inmenso amor y profundo respeto.

Aprovecho para loar lo magnífico de la presencia de Vitor durante el taller. Es un auténtico placer y lujo poder asistir a sus enseñanzas.

Tras volver del seminario de los Cuatro Elementos leí un párrafo del libro Las voces del desierto de Marlo Morgan, que me encantó y que me pareció que sería una bonita explicación para el trabajo tan bello realizamos ese fin de semana:

"El tiempo de ensueño se divide en tres partes, según me dijeron. Era el tiempo antes del tiempo; también  existía el tiempo de ensueño cuando apareció la Tierra, pero aún no tenía carácter. Los primeros hombres, que experimentaban con emociones y acciones, descubrieron que eran libres de enfadarse cuando quisieran, que podían buscar cosas o situaciones que provocaran su enfado. Pero preocupación, avaricia, lujuria, mentiras y poder no eran sentimientos y emociones que uno debiera desarrollar y, para demostrarlo, los primeros hombres desaparecieron y en su lugar surgió una masa de rocas, una cascada, un risco o lo que fuera. Estas cosas existen aún en el mundo y son motivo de reflexión para cualquiera que tenga la sabiduría de aprender de ellas. Es la conciencia la que ha formado la realidad. La tercera parte del tiempo de ensueño es el presente. La ensoñación perdura; la conciencia sigue creando nuestro mundo." 
"Las voces del desierto" de Marlo Morgan