Hacia el planeta Curación

Desde pequeña me gustó la idea de que hubiera planetas con distintos tipos de personas. En El Principito, uno de mis libros favoritos, hablan de muchos planetas con clases de humanos de lo más variopinto. Y el Principito los visita y aprende de ellos y prosigue su caminar de planeta en planeta.

 

Hace poco, releyendo un pasaje del libro de Miguel Ruiz La Maestría del Amor, me di cuenta de que él también cuenta algo muy interesante acerca de un planeta:

[...]

Quiero que te imagines que vives en un planeta donde todas las personas padecen una enfermedad en la piel. Durante dos mil o tres mil años, la gente de este planeta ha sufrido la misma enfermedad: todo su cuerpo está cubierto de heridas infectadas, que cuando se tocan, duelen de verdad. Evidentemente, la gente cree que esta es la fisiología normal de la piel. Incluso los libros de medicina describen dicha enfermedad como el estado normal. Al nacer la piel está sana, pero a los tres o cuatro años de edad, empiezan a aparecer las primeras heridas y en la adolescencia, cubren todo el cuerpo.  

 

¿Puedes imaginarte cómo se tratan esas personas? Para relacionarse entre sí tienen que proteger sus heridas. Casi nunca se tocan la piel las unas a las otras porque resulta demasiado doloroso, y si, por accidente, le tocas la piel a alguien, el dolor es tan intenso que de inmediato se enfada contigo y te toca a ti la tuya, sólo para desquitarse. Aun así, el instinto del amor es tan fuerte que en ese planeta se paga un precio elevado para tener relaciones con otras personas. 

[...]

Cuando tomas conciencia de que todas las personas que te rodean tienen heridas llenas de veneno emocional, empiezas a comprender las relaciones de los seres humanos en lo que los toltecas denominan el sueño del infierno. Desde la perspectiva tolteca todo lo que creemos de nosotros y todo lo que sabemos de nuestro mundo es un sueño. Si examinas cualquier descripción religiosa del infierno te das cuenta de que no difiere de la sociedad de los seres humanos, del modo en que soñamos. El infierno es un lugar donde se sufre, donde se tiene miedo, donde hay guerras y violencia, donde se juzga y no hay justicia, un lugar de castigo infinito. Unos seres humanos actúan contra otros seres humanos en una jungla de predadores; seres humanos llenos de juicios, llenos de reproches, llenos de culpa, llenos de veneno emocional: envidia, enfado, odio, tristeza, sufrimiento. Y creamos todos estos pequeños demonios en nuestra mente porque hemos aprendido a soñar el infierno en nuestra propia vida. 

[...]

Ahora bien, imagina por un momento que pudieses visitar un planeta en el que toda la gente tuviera una mente emocional distinta. La manera en que se relacionarían los unos con los otros sería siempre feliz, siempre amorosa, siempre pacífica. Ahora imagínate que un día te despiertas en ese planeta y que ya no tienes heridas en tu cuerpo emocional. Ya no tienes miedo de ser quien eres. Ya no te importa lo que la gente diga de ti, porque no te lo tomas como algo personal y ha dejado de producirte dolor. Así que ya no necesitas protegerte más. No tienes miedo de amar, de compartir, de abrir tu corazón. Ahora bien, esto sólo te ha ocurrido a ti. ¿Cómo te relacionarás con la gente que padece heridas emocionales y que está enferma de miedo? Leer texto completo...

Y como este planeta de dermatitis no me gustaba, me acordé de la hoja de ruta que sugiere Osho en su Tarot Zen en la carta Curación. Es tan certero en el irinerario que propone que lo incluyo tal cual:

 

No, eres tú quien llevas tu herida. Con el ego, todo tu ser es una herida. Y tú la llevas contigo. Nadie tiene interés en hacerte daño. Nadie está interesado en herirte intencionalmente, todo el mundo está ocupado en salvaguardar sus propias heridas. ¿Quién tiene pues la energía para hacerlo?. Pero aun así sucede, porque estás tan dispuesto a que se te hiera, tan dispuesto, solamente esperando, deseoso que suceda, cualquier cosa.

 

No puedes tocar a un hombre del Tao. ¿Por qué?. Porque no hay nadie a quien tocar, no hay herida. Él está sano, curado, es uno.

[...]

Sé consciente de tu herida. No la ayudes a crecer, deja que se cure, y se curará únicamente cuando vayas a las raíces. Cuanto menos estés en la cabeza, más se curará la herida. Sin cabeza no hay herida. Vive una vida sin cabeza. Desplázate como un ser total y acepta las cosas. Solo durante veinticuatro horas  inténtalo: aceptación total, suceda lo que suceda. Alguno te insulta, acéptalo, no reacciones y observa lo que sucede. De repente sentirás una energía fluyendo en ti que no has sentido antes. Leer texto completo...

 

Así, que me quedo con este último párrafo de Osho y la ruta que propone y también con una canción de Jorge Drexler que me recuerda que esto es parte del proceso de vida al decir:

 

SANAR: https://www.youtube.com/watch?v=rTPcamcDhds

 

Y volverás a esperanzarte 

Y luego a desesperar 

Y cuando menos lo esperes 

Tu corazón va a sanar 

Va a sanar 

Va a sanar 

Y va a volver a quebrarse 

Mientras le toque pulsar

 

Y como lo nuestro es pulsar, te envío un abrazo pulsante.

De mi pulsión a tu pulsión, 

Letra "Sanar" de Jorge Drexler

Las lágrimas van al cielo 

Y vuelven a tus ojos desde el mar 

El tiempo se va, se va y no vuelve 

Y tu corazón va a sanar 

Va a sanar 

Va a sanar 

 

La tierra parece estar quieta 

Y el sol parece girar, 

Y aunque parezca mentira 

Tu corazón va a sanar 

Va a sanar 

Va a sanar 

Y va a volver a quebrarse 

Mientras le toque pulsar 

 

Y nadie sabe por qué un día el amor nace 

Ni sabe nadie por qué muere el amor un día 

Es que nadie nace sabiendo, nace sabiendo 

Que morir, también es ley de vida. 

 

Así como cuando enfríe 

Van a volver a pasar 

Los pájaros, en bandadas, 

Tu corazón va a sanar 

Va a sanar 

Va a sanar 

 

Y volverás a esperanzarte 

Y luego a desesperar 

Y cuando menos lo esperes 

Tu corazón va a sanar 

Va a sanar 

Va a sanar 

Y va a volver a quebrarse 

Mientras le toque pulsar

Texto completo de Miguel Ruiz: La Maestría del Amor

Pero para convertirnos en maestros del amor tenemos que practicar el amor. El arte de las relaciones también es una maestría completa y el único modo de alcanzarla es mediante la práctica. Por consiguiente, para llegar a ser maestro en una relación hay que actuar. No se trata de adquirir determinados conceptos ni de alcanzar un conocimiento en concreto. Es una cuestión de acción. Ahora bien, evidentemente, para actuar es preciso contar con algún conocimiento o al menos con una mayor conciencia de la manera en que funcionamos los seres humanos. 

 

Quiero que te imagines que vives en un planeta donde todas las personas padecen una enfermedad en la piel. Durante dos mil o tres mil años, la gente de este planeta ha sufrido la misma enfermedad: todo su cuerpo está cubierto de heridas infectadas, que cuando se tocan, duelen de verdad. Evidentemente, la gente cree que esta es la fisiología normal de la piel. Incluso los libros de medicina describen dicha enfermedad como el estado normal. Al nacer la piel está sana, pero a los tres o cuatro años de edad, empiezan a aparecer las primeras heridas y en la adolescencia, cubren todo el cuerpo. 

 

¿Puedes imaginarte cómo se tratan esas personas? Para relacionarse entre sí tienen que proteger sus heridas. Casi nunca se tocan la piel las unas a las otras porque resulta demasiado doloroso, y si, por accidente, le tocas la piel a alguien, el dolor es tan intenso que de inmediato se enfada contigo y te toca a ti la tuya, sólo para desquitarse. Aun así, el instinto del amor es tan fuerte que en ese planeta se paga un precio elevado para tener relaciones con otras personas. 

 

Bueno, imagínate que un día ocurre un milagro. Te despiertas y tu piel está completamente curada. Ya no tienes ninguna herida y no te duele cuando te tocan. Al tocar una piel sana se siente algo maravilloso porque la piel está hecha para la percepción. ¿Puedes imaginarte a ti mismo con una piel sana en un mundo en el que todas las personas tienen una enfermedad en la piel? No puedes tocar a los demás porque les duele y nadie te toca a ti porque piensan que te dolerá. 

 

Si eres capaz de imaginarte esto, podrás comprender que si alguien de otro planeta viniera a visitarnos tendría una xperiencia similar con los seres humanos. Pero no es nuestra piel la que está llena de heridas. Lo que el visitante descubriría es que la mente humana padece una enfermedad que se llama miedo. Al igual que la piel infectada de los habitantes de ese planeta imaginario, nuestro cuerpo emocional está lleno de heridas, de heridas infectadas por el veneno emocional. La enfermedad del miedo se manifiesta a través del enfado, del odio, de la tristeza, de la envidia y de la hipocresía, y el resultado de esta enfermedad son todas las emociones que provocan el sufrimiento del ser humano. 

 

Todos los seres humanos padecen la misma enfermedad mental. Hasta podríamos decir que este mundo es un hospital mental. Sin embargo, esta enfermedad mental ha estado en el mundo desde hace miles de años. Los libros de medicina, psiquiatría y psicología la describen como un estado normal. La consideran normal, pero yo te digo que no lo es. 

 

Cuando el miedo se hace demasiado intenso, la mente racional empieza a fallar y ya no es capaz de soportar todas esas heridas llenas de veneno. Los libros de psicología denominan a este fenómeno enfermedad mental. Lo llamamos esquizofrenia, paranoia, psicosis, pero la verdad es que estas enfermedades aparecen cuando la mente racional está tan asustada y las heridas duelen tanto, que es preferible romper el contacto con el mundo exterior. 

 

Los seres humanos vivimos con el miedo continuo a ser heridos y esto da origen a grandes conflictos dondequiera que vayamos. La manera de relacionarnos los unos con los otros provoca tanto dolor emocional que, sin ninguna razón aparente, nos enfadamos y sentimos celos, envidia o tristeza. Incluso decir «te amo» puede resultar aterrador. Pero, aunque mantener una interacción emocional nos provoque dolor y nos dé miedo, seguimos haciéndolo, seguimos iniciando una relación, casándonos y 

teniendo hijos. 

 

Debido al miedo que los seres humanos tenemos a ser heridos y a fin de proteger nuestras heridas emocionales, creamos algo muy sofisticado en nuestra mente: un gran sistema de negación. En ese sistema de negación nos convertimos en unos perfectos mentirosos. Mentimos tan bien, que nos mentimos a nosotros mismos e incluso nos creemos nuestras propias mentiras. 

 

No nos percatamos de que estamos mintiendo, y en ocasiones, aun cuando sabemos que mentimos, justificamos la mentira y la excusamos para protegernos del dolor de nuestras heridas. 

 

El sistema de negación es como un muro de niebla frente a nuestros ojos que nos ciega y nos impide ver la verdad. Llevamos una máscara social porque resulta demasiado doloroso vernos a nosotros mismos o permitir que otros nos vean tal como somos en realidad. El sistema de negación nos permite aparentar que toda la gente se cree lo que queremos que crean de nosotros. Y aunque colocamos estas barreras para protegernos y mantener alejada a la gente, también nos mantienen encerrados y restringen nuestra libertad. Los seres humanos se cobijan y se protegen y cuando alguien dice: «Te estás metiendo conmigo», no es exactamente verdad. Lo que sí es cierto es que estás tocando una de sus heridas mentales y él reacciona porque le duele. 

 

Cuando tomas conciencia de que todas las personas que te rodean tienen heridas llenas de veneno emocional, empiezas a comprender las relaciones de los seres humanos en lo que los toltecas denominan el sueño del infierno. Desde la perspectiva tolteca todo lo que creemos de nosotros y todo lo que sabemos de nuestro mundo es un sueño. Si examinas cualquier descripción religiosa del infierno te das cuenta de que no difiere de la sociedad de los seres humanos, del modo en que soñamos. El infierno es un lugar donde se sufre, donde se tiene miedo, donde hay guerras y violencia, donde se juzga y no hay justicia, un lugar de castigo infinito. Unos seres humanos actúan contra otros seres humanos en una jungla de predadores; seres humanos llenos de juicios, llenos de reproches, llenos de culpa, llenos de veneno emocional: envidia, enfado, odio, tristeza, sufrimiento. Y creamos todos estos pequeños demonios en nuestra mente porque hemos aprendido a soñar el infierno en nuestra propia vida. 

 

Todos nosotros creamos un sueño personal propio, pero los seres humanos que nos precedieron crearon un gran sueño externo, el sueño de la sociedad humana. El Sueño externo, o el Sueño del Planeta, es el Sueño colectivo de billones de soñadores. El gran Sueño incluye todas las normas de la sociedad, sus leyes, sus religiones, sus diferentes culturas y sus diferentes formas de ser. Toda esta información almacenada dentro de nuestra mente es como mil voces que nos hablan al mismo tiempo. Esto es lo que los toltecas denominan el mitote. 

 

Pero lo que nosotros somos en realidad es puro amor; somos Vida. Y lo que somos en realidad no tiene nada que ver con el sueño, pero el mitote nos impide verlo. Cuando contemplas el sueño desde esta perspectiva, y cobras conciencia de lo que eres, comprendes cuán absurdo resulta el comportamiento de los seres humanos, y entonces, se convierte en algo divertido. Lo que para todos los demás parece un gran drama para ti es una comedia. Ves de qué modo los seres humanos sufren por algo que carece de importancia, algo que ni siquiera es real. Pero no tenemos otra opción. Nacemos en esta sociedad, crecemos en esta sociedad y aprendemos a ser como todos los demás, actuando y compitiendo continuamente de un modo absurdo. 

 

Ahora bien, imagina por un momento que pudieses visitar un planeta en el que toda la gente tuviera una mente emocional distinta. La manera en que se relacionarían los unos con los otros sería siempre feliz, siempre amorosa, siempre pacífica. Ahora imagínate que un día te despiertas en ese planeta y que ya no tienes heridas en tu cuerpo emocional. Ya no tienes miedo de ser quien eres. Ya no te importa lo que la gente diga de ti, porque no te lo tomas como algo personal y ha dejado de producirte dolor. Así que ya no necesitas protegerte más. No tienes miedo de amar, de compartir, de abrir tu corazón. Ahora bien, esto sólo te ha ocurrido a ti. ¿Cómo te relacionarás con la gente que padece heridas emocionales y que está enferma de miedo?

 

Cuando un ser humano nace, su mente y su cuerpo emocional están completamente sanos. Quizás hacia el tercer o cuarto año de edad empiecen a aparecer las primeras heridas en el cuerpo emocional y se infecten con veneno emocional. Pero, si observas a los niños de dos o tres años y te fijas en su manera de comportarse, verás que siempre están jugando. Los verás reírse sin parar. Su imaginación es muy poderosa y su manera de soñar una auténtica aventura de exploración. Cuando algo va mal reaccionan y se defienden, pero, después, sencillamente se olvidan y vuelven a centrar su atención en el momento presente para seguir jugando, explorando y divirtiéndose. Viven el momento. No se avergüenzan del pasado y no se preocupan por el futuro. Los niños pequeños expresan lo que sienten y no tienen miedo a amar.

Texto completo de OSHO: Curación, Tarot Zen

No, eres tu quien llevas tu herida.

Con el ego, todo tu ser es una herida.

Y tu la llevas contigo.

Nadie tiene interés en hacerte daño.

Nadie esta interesado en herirte intencionalmente, todo el mundo esta ocupado en salvaguardar sus propias heridas.

¿Quien tiene pues la energía para hacerlo?. Pero aun así sucede, porque estas tan dispuesto a que se te hiera, tan dispuesto, solamente esperando, deseoso que suceda, cualquier cosa.

No puedes tocar a un hombre del Tao. ¿Por que?. Porque no hay nadie a quien tocar, no hay herida.

El esta sano, curado, es uno.

Esta palabra "total" es hermosa. La palabra "curar" (en ingles, heal) viene de "total" (whole), al igual que la palabra "sagrado" (holy).

El es total, esta curado, es sagrado.

Se consciente de tu herida. No la ayudes a crecer, deja que se cure, y se curara únicamente cuando vayas a las raíces.

Cuanto menos estés en la cabeza, mas se curara la herida.

Sin cabeza no hay herida. Vive una vida sin cabeza.

Desplazate como un ser total y acepta las cosas. Solo durante veinticuatro horas intentalo: aceptacion total, suceda lo que suceda.

Alguno te insulta, aceptalo, no reacciones y observa lo que sucede.

De repente sentirás una energía fluyendo en ti que no has sentido antes.

 

Comentario

 

Es una época en que las heridas profundamente enterradas del pasado salen a la superficie, listas y dispuestas a ser curadas.

La figura de esta carta esta desnuda, vulnerable, abierta al toque amoroso de la existencia.

El aura alrededor de su cuerpo esta llena de luz, y el tipo de relajación, de cuidado y amor que le rodea, disuelve su lucha y sufrimiento.

Lotos de luz aparecen en su cuerpo físico y en torno a sus cuerpos sutiles de energía, los cuales, según dicen los sanadores, se encuentran a nuestro alrededor.

En cada uno de estos niveles sutiles aparece un cristal o modelo curativo.

Cuando estamos bajo la influencia curativa del Rey del Agua, ya no nos ocultamos mas de nosotros mismos o de los demás.

En esta actitud de apertura y aceptacion podemos curarnos, y ayudar a otros a estar sanos y totales.