La aventura del Rebirthing

Un bello relato de Mentxu Alberro

Quiero compartir contigo mi experiencia personal con la Respiración consciente de Rebirthing. Quizá tú ahora mismo estés como yo hace algo menos de un año: era la primera vez que me acercaba a esta poderosa herramienta de crecimiento personal. No sabía muy bien qué esperar, solamente sentía un fuerte impulso en mi interior que me animaba a contratar este viaje.

 

Y sí, he usado conscientemente la palabra viaje, porque en realidad eso está siendo para mí las sesiones de Rebirthing: un viaje apasionante, una aventura difícil de describir con palabras.

Lo primero que quiero decirte es que practicar la Respiración consciente de Rebirthing es como practicar un deporte de riesgo. Y no porque aquí puedas perder la vida, sino más bien por todo lo contrario. Practicando la respiración consciente puedes encontrarte con una vida desconocida en tu interior. Y, al igual que en los deportes de riesgo, se necesita valentía y decisión para seguir adelante.

 

A mí siempre me han gustado las cuevas, me fascina adentrarme en el mundo subterráneo, explorar esos espacios existentes bajo la tierra que pisamos. Esos lugares que en nuestro día a día no vemos y que, sin embargo, están ahí.  He visitado muchas cuevas y en todas ellas he encontrado motivos para la admiración, para cuestionarme el cómo y el porqué de lo que veo, para imaginar cuántos tesoros seguirán ocultos esperando a ser descubiertos. Y eso que la mayor parte de mis visitas han sido en modo turista. Qué impresionante tiene que ser adentrarse en ellas en modo aventura, con el material adecuado y dispuesta a correr algunos riesgos o a hacer los esfuerzos necesarios para seguir avanzando por sus galerías.

 

Pues bien, comenzar a practicar la respiración consciente es como adentrarse en una cueva. Y, desde luego, puedes elegir si quieres hacer el recorrido en modo turista o en modo aventura. Si eliges modo turista, eliges ceñirte al mapa básico de la cueva y visitable para todos, ese que no requiere de condiciones especiales para hacerlo. Nada de caminos desconocidos, nada que no esté bajo control. Bueno, puedes experimentar un pequeño tropezón, o que una estalactita te moje en su afán por ir creciendo hacia el suelo, o que algunos tramos del camino requieran un poquito más de esfuerzo, o que alguien del grupo no deje de parlotear y te impida enterarte bien de lo que el guía va diciendo. Pequeños contratiempos fácilmente asumibles. Y, vale, cuando se acabe el recorrido pues tendrás una experiencia más en tu vida, una experiencia que en el mejor de los casos se quedará, por un determinado espacio de tiempo, fijada en tu retina, guardada en tu corazón; luego, la vida, con su continuo movimiento irá trayendo otras experiencias que harán que termines por olvidar esta.

Por eso, yo te animo a que te atrevas a escoger el modo aventura. Evidentemente no es el más cómodo, ni el más “seguro”, pero es el que realmente merece la pena porque puede marcar un antes y un después en tu vida, porque lo que vivas en ese recorrido ten por seguro que te acompañará siempre.

 

Yo así lo hice. Escogí el modo aventura y desde luego no me arrepiento en absoluto. Reconozco que no siempre es fácil recorrer la cueva, que a veces te encuentras con caminos abruptos o estrechos, caminos que al verlos delante de ti hacen que te pares y contengas la respiración; pero es ahí donde hay que “echarle narices”, y nunca mejor dicho. Otras veces encontrarás sendas oscuras y sentirás la incertidumbre de adónde te llevarán, ¿habrá salida o se acabará el camino y caeré irremediablemente al vacío? Y ahí sientes que el miedo te paraliza y tienes la tentación de mirar atrás, de retroceder…; pero es ahí donde hay que echarle valor, atreverse, confiar, porque ni te imaginas el maravilloso lugar que te vas a encontrar una vez seas capaz de atravesar esa oscuridad. Habrá momentos en los que cogerás una ruta sin salida, sí también eso puede ocurrir. Nunca se acierte siempre ni a la primera. Pero no importa. ¿Acaso no es esto una aventura? Toca reconocer que no era ese el camino y, con sencillez y lucidez, retroceder y seguir buscando. Cuántas veces podemos empeñarnos en seguir y seguir por el simple hecho de no reconocer que nos hemos equivocado; es ahí donde hay que echar mano de la honestidad y del coraje. Y, cómo no, también llegarán esos momentos en los que notaremos el cansancio del esfuerzo, la frustración de creer que no avanzamos, que andamos dando vueltas por la cueva para terminar volviendo una y otra vez al mismo lugar; pero es ahí donde hay que echar mano de la paciencia, donde hay que tomar conciencia de la exigencia que nos estamos autoimponiendo y que nos susurra continuamente al oído que hemos fracasado, que tanto para esfuerzo para qué. Es el momento de reconocer que habíamos entrado en la cueva con unas expectativas concretas y que por eso nos sentimos frustrados y tentados a abandonar.

 

 Pero, ¿sabes? esta es una aventura interminable. La cueva es tan infinita que nunca se acaba, y el recorrido puede durar tanto como tú quieras que dure. No se trata de entrar por un sitio para salir por otro. Lo mejor de esta aventura es todo lo que vamos viviendo mientras hacemos el recorrido: los caminos estrechos por los que pasar, a veces tendremos hasta que arrastrarnos, los desniveles que superar, las oscuridades que vencer, y ahí seguiremos respirando, aunque nos cueste, porque la respiración es lo que nos permitirá seguir avanzando. Llegaremos también a cavidades impresionantes, a hermosos y transparentes lagos subterráneos, y ahí la respiración será fuente de gozo y agradecimiento.

 

Yo te animo a comprar una entrada para esta aventura, para visitar esa hermosa cueva que es tu vida, no la vida de la superficie, esa que vemos todos los días porque nos movemos en ella, sino la vida que late en lo profundo de ti, ese lugar que a veces ni siquiera sabemos que existe. Te aseguro que una vez que los descubras ya no querrás vivir fuera de él.

 

Y en toda buena aventura, y como todo buen aventurero sabe, es bueno llevar compañía en el viaje. Es cierto que ni el más experto espeleólogo podrá recorrer por ti la cueva, pero sí ayuda mucho sentirse acompañada por una persona experimentada, que ha hecho antes que tú el recorrido y que lo sigue haciendo (recuerda que te he comentado que la cueva es infinita), que como tú ha querido contener la respiración, que como tú ha tenido miedo de atravesar la oscuridad, que como tú ha sentido el cansancio del camino y del esfuerzo, pero que sigue ahí y que además está dispuesta a acompañar, no desde la superioridad sino desde la experiencia, a quienes nos adentramos por primera vez en esta hermosa aventura. 

 

Mi guía en esta aventura es un alma bella, valiente y llena de pasión por la vida llamada Noemí Lázaro. Yo he encontrado en ella mucha sabiduría, mucha luz, mucha generosidad, mucho amor. Y ni cien vidas serían suficientes para mostrar mi profundo agradecimiento hacia su persona y su increíble capacidad para acompañar procesos. Si el universo, de la forma que sea, la ha puesto en tu camino, escucha la hermosa invitación que te está haciendo a “echarle narices a tu vida”. Te aseguro que no te arrepentirás. ¡Feliz aventura!


 

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